sábado, 24 de agosto de 2019

Lenguaje Inclusivo: los peligros de la inclusión y de la guetificación



Pienso en Val Flores quien señaló: “Desmontar la lengua del mandato y, al mismo tiempo, criar la lengua del desacato, rehusar la lengua del colonizador y atizar, a su vez, la lengua de la revuelta” (*)

Palabras que me llevan a imaginar, una vez más, otras posibilidades de ser, de habitarse. Porque esto de la lengua es otra forma de habitarse y afectarse creo yo, sabi. Y de ahí que me genere nerviosito ito ito este asunto del lenguaje inclusivo que le llaman. El que en rigor, debería ser lengua inclusiva, pues desde la lingüística nos explican que la que muta es ésta.

La iniciativa que, vendría a pretender una lengua neutra, básicamente vía la partícula “e”, despertó la crítica tanto de defensores de la RAE, de algunos sectores de las izquierdas marxistas, anarquismos, sectores conservadores y ciertas corrientes feministas, como la del feminismo radical de la diferencia. Más que referirme a las observaciones de los grupos detractores, me interesa manifestar mis aprehensiones.

Pero antes, María Natalia: me gustaría contar mi acercamiento al lenguaje inclusivo. Y pues muy que me acuerdo que yo vengo escuchando sobre esta materia desde hace unos siete años más o menos, desde que me inicié en esto de los activismos políticos, las militancias feministas y en las izquierdas. De hecho, recuerdo que el  fue muy utilizado en el Primer Congreso por una educación no sexista (éste sí fue el primero y no como pretenden las patúas de MUMS  con ese congreso del 2017). Me acuerdo también que con compañeras militantes nos parecía gracioso, porque sonaba de una manera cómica en voces de chicas que hablaban tan correctito. Digamos que ése fue mi primer acercamiento.

Luego, en esto de compartir con amigxs de la OTD -actualmente, Organizando Trans Diversidades- se me hizo más cotidiano y real, sabi. Porque no era empleado por gente que hablaba correctito, sino que por personas a quienes lo vivían desde sus cuerpos e identidades.

Así fue hasta el 2018 que, a causa de los llamados activismos y organizaciones trans, fenómenos como la película “Una Mujer Fantástica”, y de las movilizaciones, paros y tomas feministas, se puso con mucha fuerza sobre la palestra pública y masiva, una cosita, como diría una amiga por ahí, que hasta ese momento, solo se movía en ciertos círculos.
Tons, niña, ¿qué es esto del lenguaje inclusivo desde mi perspectiva? Creo, en vista de la experiencia, que no es otra cosa que la necesidad por nombrarse desde una subjetividad no existente en la normativa binaria de la lengua colonial y androcéntrica.

Un querido amigo sostiene que la lengua es una herida viva, ya sea porque nombra desde una visión androcéntrica, binaria y heterosexual o porque no lo hace. En este sentido, como habría dicho si aún fuera militante de las izquierdas, es un avance. Y pienso que sí, en cuanto permite instalar la discusión respecto del binarismo, respecto de lo limitado de esta lengua castellana. Pero a la vez, me surgen ciertas inquietudes.

Quizá, lo primero es aquello de la inclusión. Ay, como soy LOK, le dedicaré unas palabras, sentidas palabras sentidas palabras sentidas ay y rima con admitidas, como la admisión a las universidades mediante la PSU, aaawwcita

¿En qué nos hemos de incluir cuando se habla de inclusión? ¿Cuál es el precio a pagar?
Yo sospecho y no quiero inclusión, porque rima con normalización que se pega la mea rima con domesticación.

No quiero inclusión que se tilda igual que institución.
No quiero esa inclusión que ha convertido la identidad en una fuente rica para obtener dinero.
No quiero inclusión para viajar por el mundo a costa de aprisionar a otrxs mediante el corset identitario.
No quiero la inclusión que me hará travestirme con los ropajes burocráticos del Orden Patriarcal, tomando desayuno con esos hombres acorbatados.
Ésos mismos responsables de nuestros cuerpos lastimados.
No quiero la inclusión que ha de llevarme a hablar por otrxs, jurándole a la sangrienta bandera nacional.
No quiero la inclusión de "aféitate que no pareces trans"
No quiero

Pero como dijo la mamá de la Cardo, céntrate en lo que quieres:
Y lo que sí quiero, es continuar encontrándome y reencontrándome con esxs otrxs tan diversxs, sabi.

Como dijo una LOK de la Kawin: Nos quieren uniformes como monocultivos, seamos diversxs como bosque nativo.

Y muy me toma, pues la homogeneidad, la cual es un signficado de inclusión disfrazada de multiculturalismo, ha sido la implantada a fuego y sangre de unOS pocOS por sobre unxs cuantxs mushxs.

A ti te digo, Óscar Joaquin: tanta charla certificada a la que asistís ¿Hablai con la Claudia, la vecina transexual que vive al frente de tu casa? Vai a buscar respuestas a una charla con certificado final, pero too lo tení en frente.

Ay, espérame, Pamela: estoy tomando aire luego de palabreo tan intenso…

Ya, ahora sí, sabi: sucede que es claro -para mí- que esta inclusión, tan amiga de la igualdad, lo que nos propone es ser igual al criollo “heredero” de la lengua de los violadores, lo que se traduce en ser iguales a los conquistadores/colonizadores/violadores; es por eso que para conjugar el verbo amar en primera persona, singular, presente, indicativo, queda en yo amo. Yo AMO. Y nos resulta maravilloso. Nos incluimos en la lengua a través de la cual, se nos gritó en el pasado: ¡Puto! ¡Sodomita! Condenándonos a la borradura mediante el Pecado Nefando.

Hemos de incluirnos en la ciudadanía hija del Estado, la expresión más reciente de la política burocrática del Patriarcado Colonial/Occidental, perpetuadorxs de la democracia burguesa, la democracia del sujeto central de la historia moderna: el hombre blanco de los occidentes po, ñaña. Inclusión, igualdad y cooptación van pegaditas, bb

Me genera un ruido molesto la verticalidad que no dialoga, y por lo tanto, se impone. Creo que sobre todo quienes hemos vivido la violencia de la invisibilización, no deberíamos desdibujar los sentires y pareceres de otrxs seres que conforman, lo que podría llamarle comunidad, aunque es un genérico que empleo, porque como todo, ya me produce cierta desconfianza, por razones que no vienen al caso esgrimirlas ahora. Me parece que si se institucionaliza aquello del lenguaje inclusivo, pierde cualquier potencial, pues no se genera desde abajo, a propósito de reflexiones colectivas y situadas, sino que se fija desde arriba; y éste es un peligroso ejercicio colonial paradójicamente.

Si se institucionaliza, se burocratiza, se rigidiza. Y lo estático es un contrasentido para quienes hemos habitado la fluidez propia de los cuerpos inclasificables. Calificativo que porta para mí, la gracia, como diría mi mami, a lo que yo agregaría su potencial subversivo.
Por lo tanto, me gustaría invitar a abandonar las rigideces burocráticas y fluir, como fluían nuestrxs antepasadxs. Para ello, juntémonos, mirémonos a los ojos, sepamos qué piensa y qué siente xl otrx. Aquí, me gustaría plantear que hiciéramos una operación contraria a la realizada por los genocidas conquistadores: Mientras ellos dibujaron la línea divisoria como la raza para determinar quiénes eran humanos y quiénes no. Ese otro pasó a conformarse en otro como diferente e inferior, produciéndose lo que nos dice ese caballero del Fanon, sabí: ser y no ser: El ser, el del sujeto, es el de lOs conquistadores y el No Ser, en consecuencia somos toas la tracalá de indios que nos llamaron.

Ay, Claudia, La Colonial Modernidad instauró en nosotrxs la imagen de ese otrx, como excluyente. Y me parece lindo y necesario recuperar la visión de la complementariedad de pueblos originarios, en donde el otro no implique exclusión, sino que una fusión, un fundirse entre sí.

¿Y esta verborrea qué tiene que ver? Todo sabi, porque no se trata -desde mi perspectiva- de gente trans y gente cis; que si eres trans no eres cis y que por lo tanto son las organizaciones trans  o un cierto grupo de personas de ámbitos más de corte universitario y académico, quiénes  bajen lo del lenguaje inclusivo, como un código ya armado. Y por tanto, de cómo hablar, de cómo inscribir nuestros nombres, nuestras subjetividades, nuestras corporalidades en una sociedad construida por el Orden Patriarcal, porque ahí operó a priori, el binarismo de la Modernidad. Es decir, mi invitación es a la construcción situada, en reflexión colectiva que incluya las tallas que siempre tiran los sauces llorones.
Además, me parece que otro elemento complejo respecto de esta separación entre lo cis y lo trans, radica en el hecho de legitimar nuestra existencia mediante un argumento construido en un laboratorio gringo, es aceptar a la transexualidad (categoría rígida po, niña). Es aceptar que habitamos el No Ser, pues ¿quién querría vivir en el cuerpo equivocado? Si vive ahí, pues claramente no es, y habita el No Ser, desde 1953.

Este punto lo he hablado con varixs amigxs y compañerxs y sé que genera reticencias, pero no soy partidaria de esta demarcación entre lo cis y lo trans, que así como la homosexualidad/heterosexualidad, lo cis solo se explica a partir de lo trans. Porque es Multiculturalismo, es diversidad, domesticación, y en consecuencia. defensa a ultranza de la identidad (política identitaria).  Lo cual nos puede llevar, desde mi perspectiva, a un peligroso fundamentalismo. Y yo, como plantean compañeras decoloniales como Ochy Curiel, creo que la identidad debería ser entendida más bien, como una estrategia y no como un fin.

Nosotrxs, la gente que nos ubicamos o se nos ha ubicado al interior del paraguas trans, sabemos lo que implica la persecución que ha caído a cuestiones tan groseras como el “cómo se luce”. Yo de ahí, wachis, por experiencia propia, prefiero ni estar medianamente cerca.

No obstante, no soy Lenin y no me interesa decirle a la gente cuál es el camino correcto. En ese sentido, quienes se habiten en lo individual, en los espacios específicos o en espacios separatistas propiamente tales, mixtos, etc. Pues muy sí: pluralidad, sabi. Pero sí me interesa, al menos que se puedan tener en consideración estos elementos, para ir tensionando la llamada política del enemigo, que es una construcción de lógica aristotélica, un delirio po, Maribel. Si no eres A, entonces eres B, y por lo tanto, aquí no entras.
Sé que son necesarios los espacios separados, de eso, yo soy una convencida y siempre lo he defendido, así como también defiendo que no gusten trazar diálogo con hombres cis heterosexuales. Porque, pienso en el Mayo Feminista, el cual, entre otras cosas, se caracterizó por varias tomas de carácter separatista, excluyente de hombres cis heterosexuales, producto de una necesidad de lxs compañerxs, para entre ellxs mismxs hablar primero sobre toda la violencia que les aquejaba (perpetrada, en su mayoría, por hombres cis heterosexuales) y, en consecuencia, qué hacer.

Porque, niña: una habla primero con sus pares, sus amigas, antes de hacerlo con quién identificas, fue el que te violentó. Esto, en general, porque es claro que una se siente segura con otras como una.

Pero, quizá mi matiz y, a propósito de mi propio devenir que fue desde las izquierdas a los separatismos, es que le veo como una transición. Tomando el mismo ejemplo de las tomas feministas separatistas. El gran problema de la violencia en contra de las mujeres y de personas trans y no heterosexuales, no es una temática exclusiva a tratar por quiénes la reciben, sino que en conjunto con toda la comunidad universitaria en tal caso, en forma horizontal, ciertamente, pues así se espanta al tiro a patudísimos como los rectores, porque para hacer comunidad, no puede haber esta jerarquía patriarcal pegada a la defensa del neoliberalismo.

¿Y por qué? Pues, primero, creo, hay que responder, por qué se tiene que guetificar una temática que es fundante del Orden Patriarcal. Y lo segundo, ¿cuáles son los efectos de la guetificación? Me atrevería a decir que, entre otros, el (trans) separatismo sororo. Cuando se dice esto es algo que me afecta a mí, por ser mujer, por ser trans y solo me reúno con quienes son mis pares y con ellxs he de resolver, pues como se plantea desde quiénes defienden la sororidad, se crea una ética en común. El problema es que si esta ética es  común solo entre determinados cuerpos y subjetividades, no se permitirá una reflexión que contribuya a avanzar en el enfrentamiento y cese de estas violencias patriarcales, sino que a obstruir aún más, caminos para construir.

Por eso entonces, la vía de comunicación que constituye la lengua ya sea oral o escrita, no debería ser un diálogo establecido solo entre un grupo reducido en comparación a la población total de la que solemos formar parte. No, si el propósito es ir pensándonos en perspectivas de proyectos vitales, si logramos ver más allá del escepticismo y del nihilismo graficado en la perspectiva del “humano basura”.

Creo que estamos viviendo una etapa de fundamentalismo conservador y religioso, en donde, en menos de 10 años, han salido a la calle una serie de grupos ideológicos quienes se oponen a cualquier posibilidad de construir un modelo de vida que haga tambalear al Patriarcado o Hetero-patriarcado capitalista. Dado que se pone en cuestión, entre otras cosas, la constitución de la familia nuclear tradicional.

 Y en ese sentido, continuar en la senda de guetificar las violencias que nos cruzan, contribuye a no contrarrestar esta oleada, sino que a hacerles más fácil la entrada a estos grupos. En circunstancias que invitaría, como ahí bien, yo creo, lo plantea la Segato, a ponernos al centro, sabi: mujeres, trans, raritas, grupos racializadxs, etc. Al centro, ya no más como las periferias, porque si lo que se ha instalado es un fundamentalismo para detenernos, nuestras temáticas, no son nuestras, son lo central, y la forma de comunicarnos lo es también. Por ello, para pensar en la lengua que hemos de construir, así como las variadas formas de comunicación, tendrían que ser a partir del encuentro de la pluralidad de cuerpos, desde abajo, horizontalmente, sin jerarquías, y por ende, sin liderazgos. Porque para imponer, están los patriarcales capitalistas, y de ahí ya sabemos que solo puede existir el horror.

Y sé que se dirá que el lenguaje inclusivo ya se ha puesto al centro, si hasta Bachelet se utilizó, pero lo que allí se recrea es la lógica colonialista de la verticalidad colonial, como ya expresé antes, mostrando también, lo fácil de cooptar aquello que fue trabajado para el Poder. Y por otra parte, aparece en clave de guetificación, pues solo se considera para un grupo de gente rara que no calza en la formulación binaria de la lengua castellana. Si vamos a tener apariciones desde lo periférico, como un mero tema de género, no se logra romper en lo profundo con esa pared que hemos ido construyendo. Perdiendo, creo yo, la posibilidad de evidenciar qué sucede con los cuerpos, con sus devenires y deseos; y como éstos, han de terremotear estructuras anquilosadas en el Orden Patriarcal que hay que echar abajo, pero solxs, en clave de secta, nos traerá más muertxs, serán tantxs que ya no podremos sostenerles sobre la espalda.

Me parece que ya hay abierta una puerta, solo hay que empezar a moverse con astucia, desconfiando de esa radicalidad irreflexiva y de corte fascistoide, en pos de la defensa identitaria, sin confianza en un diálogo con esos de arriba, por tanto, veo la horizontalidad que jamás se podrá encontrar en la burocracia institucional.

Y en definitiva, aunque desconfío del término, me pregunto lo siguiente: ¿qué tan inclusivo es un lenguaje inclusivo que no incorpora la pluralidad de visiones existentes?


(*) Fanzine “Desmontar la lengua del mandato, criar la lengua del desacato”, junto a Colectivo Universitario  de Disidencia Sexual, CUDS.

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