domingo, 18 de agosto de 2019

De feminismos, disidencias y contextos situados

Escribo estas líneas, con la premura de la entrega atrasada, pero entusiasmada pensando que poder expresar ayuda a ir desatando nudos. Y es que esto de feminismo/disidencias son relevantes para mí. Diría que aparte de apurada, escribo con cierto ahogo al encontrar mensajes rayados en paredes, afiches, textos de auto-ayuda, que se vuelven virales en las redes sociales, los cuales vienen a sostener que EL Feminismo lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Aseveración que he de responder con un “sí, niña”, agregándole el ya clásico “oay”. Pero ése es UN feminismo, ese ilustrado que le abrió el camino al liberal que, sin tapujos aspira a la mujer ciudadana. UN Feminismo -el ilustrado- que tuvo en sus orígenes, fundamentales aportaciones de hombres, como el francés Francois Poulain de la Barre. En definitiva, un feminismo europeo.
Creo que, como lo afirma la feminista autónoma radical boliviana, María Galindo, Chile específicamente, ha sido un lugar rendido a los pies de este feminismo de las Europas. Me parece que en esta idéntica línea opera lo que se conoce como movimiento LGBTIQ, como símil de disidencia sexual. Particularmente en su dependencia respecto a la historia gringa. Este escenario, para mí, Claudia: es un gran problema, sabi... En realidad, prima: ¡es una tragedia!! Porque nos impide conectarnos a nuestros contextos y desde allí construir las historias situadas, como dirían las amigas del “De Maricas y Señoras”.
Pues entonces, jelou, deja el show. Hablemos de los genocidas conquistadores que llegaron a nuestros territorios del Abya Yala, y les lanzaron perros a las corporalidades indígenas con pene y testículos que estaban follándose entre sí. Ay, esos “perros de Balboa”. Colonizadores de la vergüenza, que nos despojaron de esa libertad sexual, de sentir, de ser, niña. S-E-R.
Ahora bien, yo no voy a andar idealizando a los pueblos prehispánicos, porque tal y como afirman las compañeras feministas comunitarias, con la conquista de los europeos, se produce un “Entronque Patriarcal”, dado que se encuentran y fusionan Patriarcado del Abya Yala y Patriarcado de las Europas, aunque últimamente, me hace más sentido la postura de Aura Cumes, quien sostiene que antes de la llegada de los españoles, al menos, en lo que hoy es Guatemala, había jerarquías, pero que no puede llamarse Patriarcado, una categoría proveniente de otro mundo. Sin embargo, y más allá de estas discusiones, no puede obviarse la mayor libertad sexual de diversas corporalidades. Extirpada bajo la figura de “pecado nefando” y “sodomía”. Dándose por iniciada una persecución a cuerpos/identidades/sexualidades no sujetas a la norma imperante. En este contexto es que los Machi Weyes del pueblo Mapuche, quienes fueron interpretados por el “español” como hombres travestidos, resultaron despojados de sí: ya no más curanderos, no más consejeros de guerra. Ahora, LAS machis.
¿Por qué esta represión? o más bien, ¿para qué? Simple, niña: para lo mismo que se instauró una dictadura militar en Chile en el ‘73. Cuya herencia fue impecablemente perpetuada por los gobiernos de las otroras Concertación y Nueva Mayoría, y obvia: La Derecha. Es decir, para implantar un nuevo tipo de sociedad. Hoy, la Neoliberal Neofascista; antes, la represiva y conservadora española. Y es que reprimir lo relativo a la sexualidad es primordial para cualquier orden que funcione en torno a la reproducción. Actualmente caracterizado como heterosexual. Dado que la sexualidad es pública y política.
Esta represión fue de la mano del comienzo de aquello que llamamos Modernidad. En 1492 se iniciaba el Extractivismo y/o Capitalismo Extractivista. El cual mantiene a comunidades enteras convertidas en zonas de sacrificio, explotándolas hasta secarlas, explotándolas como cuerpos de indígenas, de las posteriormente asignadas mujeres por los europeos, de las raras, trans, travestis y un sinfín de monstruosidades así comprendidas por los colonizadores. No hay explotación de la naturaleza aparte de la de seres humanos, porque son naturaleza también.
Esta Modernidad represora de cualquier sexualidad “disidente” que no tenga por fin la reproducción, es el período histórico del “hombre con h mayúscula”. Es decir, todas aquellas corporalidades/identidades/subjetividades quedarán en los márgenes de un centro llamado “hombre” el cual, a su vez, vendrá a normar a esos seres inferiores a ÉL. Recordemos a Galeno explicando que el cuerpo de la mujer, era la versión no desarrollada del cuerpo del hombre. Igualmente, diría que este ser superior, no es el hombre a secas, si no que aquel calificado para el “andros” griego; es decir: hombre, adulto y amo (libre). Libre, como se supone eran aquellos hombres que pactaron el contrato social para transformarse en ciudadanos que serían protegidos por el Estado: oh, bendita policía, ¿qué haríamos sin tu luma y tus gases lacrimógenos?
La promesa de la Modernidad ha sido libertad e igualdad, pero como hombres libres. Algo que ya criticaron Marx y Engels, y que la feminista australiana, Carol Pateman, llevaría hasta el punto del “contrato sexual”; es decir: el pacto entre hombres que se caracteriza por la posesión de una mujer estable, y el poder acceder a otras que están disponibles, en cuanto habitan el espacio público. Mujeres.
Pero, ¿y las raras? ¿Las mariconas? ¿Las monstruas? Pues no existimos, sabi. No en un análisis realizado desde la bandera identitaria y heterosexual, porque la heterosexualidad, desde este lugar, es binaria. ¿Y qué hacer? Algunas gritan ¡Disidencia Sexual! Bien, ¿qué es disidencia sexual?
Ay, prima: en términos generales, se trata de un concepto utilizado por las ciencias sociales que, en palabras de la Héctor Salinas, a diferencia de la diversidad sexual, la disidencia no incorpora a la sexualidad hegemónica. Vale decir, la heterosexualidad Lo cual supone entender en qué consiste la heterosexualidad, entonces.
Manuales abundan con las clasificaciones de nuestros deseos. En ellos, se nos cuenta que la heterosexualidad es una “orientación sexual” que se expresa en la atracción entre personas de distinto sexo, en una esfera de dos posibilidades: hombre y mujer. Por cierto, se confunde el sexo con el género. Pero nada se menciona acerca de su invención, durante la segunda mitad del siglo XIX, en Europa, para contrarrestar a la también recientemente creada, homosexualidad. Como tampoco se cuenta sobre las aportaciones de dos teóricas feministas, retomadas por feministas decoloniales: Monique Wittig y Adrianne Rich.
La primera autora, francesa, publicó en 1980, “El Pensamiento Heterosexual”, en donde definió a la heterosexualidad como un régimen político, en cuanto la comprendió como obligatoria. Mediante ella, la mujer solo podía ser tal, en cuanto fuera esposa servil a un hombre y madre. Rich, por su parte, planteó que la heterosexualidad, junto con el matrimonio, era una institución política del Patriarcado.
Ahora, prima: para mí, el Patriarcado, como lo han venido planteando compañeras feministas comunitarias como Adriana Guzmán o Julieta Paredes, es EL Sistema desde el cual nacen todas las opresiones y violencias. Entonces, desde el cual nace el Capitalismo. Por ende, la heterosexualidad en cuanto régimen y/o institución, es totalmente servil a este nefasto sistema de explotación. En tal sentido, si la disidencia sexual no incorpora a la heterosexualidad, es entonces, antipatriarcal y, en consecuencia, anticapitalista. Lo cual implica que no podría hacerse parte del juego tramposo de la democracia burguesa, la cual está destinada a administrar, en la actualidad, la etapa neoliberal del Capitalismo. Es decir, el reformismo no podría representar una opción de estrategia política para la o las disidencias sexuales.
¿Qué queda? Pues radicalidad, bb. Apostar, no a transformar, si no que a destruir lo existente para construir otro u otros mundos posibles, lo cual jamás será posible de mano de la institucionalidad, si no que a través de la auto-organización de los cuerpos marginados y de los que se fijen rebelarse desde el interior de la jaula. Por lo tanto, bb, ser no heterosexual es no ser cómplice del sistema instaurado por la clase dominante.
Bien, pudiendo conceptualizar a la disidencia sexual, se establece una primera línea de acción. Sin embargo: prefiero pensar en su destrucción en cuanto discurso foráneo que pretende constituirse en praxis cotidiana/política. No se trata de desecharle, creo en tomar ciertos elementos, mas no cortar y pegar. ¿Qué construir entonces? Pues, niña: creo que en mayor o menor medida, somos parte de una comunidad. Ciertamente, habrá tensiones, dado que nos encontramos en tiempos del Neofascismo. Por lo mismo, urge disputar el sentido común y los espacios. ¿Se le puede llamar a esto, disidencia sexual? Pos, como diría la Gabi, dependerá del contexto. Y como diría la feminista autónoma chilena, Victoria Aldunate, en relación al feminismo (para mí, disidencia sexual es un tipo de feminismo): es una práctica a la que luego se le pone un nombre. Y quizá, ni siquiera sea necesario, sabi. Porque creo, deberíamos aprender el lenguaje de los árboles antes. Ay.
Texto originalmente publicado en Welukan N°9 (2019)

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