lunes, 12 de agosto de 2019

De la Masculinidad Hegemónica, la explotación de los cuerpos y su deconstrucción


De la Masculinidad Hegemónica, la explotación de los cuerpos y su deconstrucción: 

En el contexto de los paros y tomas feministas, de mujeres y personas no heterosexuales, que tuvieron lugar el año 2018, Paul, en ese entonces, estudiante de historia de la PUCV, nos planteó a mí y a mi amiga Lía, desarrollar un taller sobre la deconstrucción de la masculinidad. Con mi amiga nos miramos sorprendidas, ante lo cual Paul nos dijo: tiene todo sentido, porque ustedes renunciaron a su masculinidad.

El taller no se concretó, dado que la carrera de historia retomó sus clases habituales al bajarse el paro; y desde la perspectiva que, sin duda, concede el tiempo, lo agradezco sabi. Principalmente, porque era ése un período en el cual con mi amiga, habitábamos el separatismo, del cual me terminé alejando a fines de ese año. Entre otras razones, porque en mí latía un deseo por mirar más allá, por generar una articulación que un espacio de resguardo y resistencia -para mí-, no me permitía. Ahora, mi mirada es una distinta. Conservo elementos que me sirven de este paso por el separatismo, así como gratas relaciones que surgieron en ese contexto.

Ay, niña: me ha sido inevitable recordar, por estos días (desde hace tiempo, en realidad), a una compañera que habló en el contexto de una reunión abierta generada para incorporarse a la Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres (una es tan re dura, ñaña) quien preguntó ¿cómo, desde el feminismo, nos encargábamos de la infancia, especialmente, la de los varones?

Esa pregunta, fue el primer remezón para sentir una atadura en el separatismo que habitaba y en el cual me refugiaba, y terminó por sacarme de ese espacio, a uno más comunitario por así decir. Porque una va recordando los diversos talleres en colegios con niñxs. En la actualidad, deconstruyendo los cuentos sexistas. Vi completamente, no el prevenir, sino que el anticipar. Lo cual se enmarca en cuestionamientos de vida. Principalmente, los emanados a partir de lo sexo afectivo.

Y es que involucrarse de alguna u otra manera con hombres cis heterosexuales ha implicado una ardua experiencia para mí y, me consta, para muchxs de nosotrxs, porque los hombres son hombres po, prima.

El haber recibido tanta violencia, incluyendo aquellos intentos de relaciones (quizá aquí fue una violencia más sutil, pero no por ello, menos dolorosa), y el darme cuenta, al hablar con amigas y compañeras que ésta era la regla, al parecer, para quienes habitamos ese espacio de la rareza (no soy una mujer trans), que no pasamos piola, me ha llevado a mirar qué pasaba conmigo y a raíz de qué. Desde allí es que los caminos con otras amigas y compañeras, nos unieron, porque si bien la violencia tiene matices para todas, el núcleo se mantiene: El poder de los hombres cis heterosexuales, se ha marcado a fuego en nuestros cuerpos mediante golpes, abusos y violaciones. Somos como obrerxs, que cargamos la marca de esa explotación... la sexual

Estas situaciones tan de las sucedidas, me han llevado a ver esa normalización tipo “me pescó el hombre”, si bien, no me andaré con moralinas, sí logro ver a través de esta mera frase, cómo, al parecer, quienes habitamos la no heterosexualidad y monstruosidades varias, nos hemos constituido; por cierto, en general, como un cuerpo para aplacar la calentura del onvre, sabi. Y es que, en general, veo, escucho que hemos dispuesto nuestro erotismo para consumo del hombre cis heterosexual, por lo que, me atrevería a decir, ni siquiera es un erotismo que nazca desde nuestra propia rareza, sino que es una extensión del deseo de ese hombre.

Y es que son ellos, quienes detentan el poder; siempre cuando cumplan con lo que Rita Segato, ha llamado el Mandato de Masculinidad (hegemónica), el cual, explica, se sustenta en potencias, entre ellas, la sexual. Este poder, finalmente, se transforma en una pesada carga, pues la vigilancia es brutal

Es una potencia que se ha empleado con mucha fuerza, en los territorios del Abya Yala, desde el llamado descubrimiento de América: la profanación, el robo, el saqueo; es lo que hacen nuestros primos, nuestros tíos, nuestros compañeros de colegio, con nosotrxs lxs maricones, “ay el mariconcito”. Porque estos ridículos de los onvres españoles, tan de la línea de la LOK esa de la Tomás de Aquino, vinieron a imponer el horror de la sodomía, del pecado nefando, fundado en la lascivia del afeminado, que tal cual la mujer, estaba hipersexualizado. ¿Han visto ustedes, cómo un taladro despedaza el asfalto? Nosotras las mariconas, los maricones, nos convertimos, en su primera experiencia en la casa de putas, por lo anterior, niña. Cuerpos para consumo, cuerpos construidos por el imaginario del macho.

Hacia donde una mire aparece el relato de una amiga, de una cercana, de una vecina que cuando cabra chica fue tocada, manoseada, abusada, violada por algún cercano suyo. Uno que le enseñaba a cómo masturbarlo, a cuál posición adoptar para la penetración. Hacia dónde una mira, aparece el relato de los golpes antes, durante, post abuso/violación, etc. Luego viene el silencio. Entonces, una escucha sobre aquella iniciación en la llamada “casa de putas” y una dice: a ver, perrita, hablemos de cómo me enseñaste a chupártelo bajo las sábanas, tú con 12 y yo con 9. Pero mi boca, la del mariconcito afeminado, así como la de todos los mariconcitos afeminados, abusados por sus primos machos, se guardará bajo reserva.

Muchas de nosotras, las raritas y rarites, hemos estado desde siempre disponibles para que este hombre demuestre que es digno de continuar ostentando el llamado mandato de masculinidad. Y nos lo creemos hasta la vida adulta, hasta la muerte en muchas ocasiones.
Y yo me niego, quiero pensar en otras posibilidades y me quiero seguir pensando en vínculos sexo afectivos con diversas corporalidades. Hace tiempo, en problematización y conversación entre amigas, hemos visto la necesidad de no seguir aceptando ser violadas por hombres heterosexuales. Pues en nuestro imaginario, no existe algo más que las imágenes de un porno heterosexual, porque están los recuerdos de haber complacido a hombres durante la infancia y adolescencia, porque pareciera que nuestro placer comienza y se funde allí. Y ya hay que parar, sabi. Yo no quiero que un logro sea el no quedar fisurada post acto sexual.

El punto es que no es para mí ésta una… mera cuestión psicológica, porque no se. trata de estas bestias creadas por ahí, no es algo de la particularidad, sino que de hombres sociabilizados para comportarse como hombres, es decir, violentos depredadores en cuanto cumplen el Mandato, esforzándose por no ser lo que bien nos dice la Sonia Montecinos: mujer, bebé ni homosexual.

Estos requisitos para cumplir con el mandato establecido, han sido fundamentales (el asunto está cambiando). Desde 1492, en lo que las feministas comunitarias llaman el Entronque Patriarcal, en dónde el Patriarcado (de baja intensidad como plantea la Segato) se suma al Patriarcado propio de la colonización proveniente de las Europas. Se imita, por la fuerza, al hombre europeo, a través del proceso de criollización que terminó por construir a un sujeto hombre misógino, homo, lesbo, trans odiante, entre otras características. Produciéndose así, una colonización que ya no era la constituida por los conquistadores del viejo continente, sino que por los mismos seres de estas tierras, quienes en su condición de criollos, se harán parte de imponer y resguardar las moralidades de sus maestros de las Europas.

Así, entonces, niña, la profanación, el saqueo, las violaciones a la tierra y a los cuerpos feminizados y a aquellos que no cumplieran con este ser hombre, fueron por el mismo carril. Porque la explotación de lo que los capitalistas llaman recursos naturales, se da a causa de este mandato de masculinidad hegemónica. Y en los tiempos que corren, no es casual asistir a un aumento de los discursos fascistas sin pudores, así como el incremento de la violencia en contra de mujeres y de personas no heterosexuales, a la vez que más ríos se secan a costa del Capitalismo Extractivista que es una muestra de la violenta depredación.

Darme cuenta junto a otras, de estas relaciones, me ha permitido escarbar más profundamente para remover heridas que creía cicatrizadas. Me di cuenta que no podía mirarme a mí, no podía cortar con mi patrón de vínculos sexo afectivos violentos, sin entender los procesos de la sociabilización del ser hombre. Fue en este punto entonces que llegué hasta mi infancia.

Me esforcé por demostrar que era digna de la investidura de la masculinidad hegemónica y me recuerdo burlándome (obligada) de una niña que mis primos molestaban por ser fea. Afortunadamente, el simular enfermedad, me sirvió para no ser parte de una persecución que hicieron de ella en plena calle. Al acusarlos con mis tías, se me castigó. Se me dio otra oportunidad y cumplí. Intenté la rudeza de la masculinidad en el campo de fútbol, me esforcé, pero en mí se evidenció que servía para otros propósitos, tal como le sucede a muchas amigas y compañeras.

Sin ser muy consciente, yo estaba desmontando ese mandato de masculinidad, porque logré ver esa crueldad. Creo que el haberme identificado con “lo femenino”, me ayudó. Sin embargo, no a todos los niños les sucede así. Y esos niños crecen siendo crueles, pues cosifican. A los niños, hay que mostrarles esa crueldad, a los hombres, hay que mostrarles esa crueldad. No planteo el rol pedagógico, porque me resulta de una sospechosa verticalidad, y porque además, nos ubicará a todas quienes habitemos lo femenino en el rol de la madre a la larga. En donde muchas ya hemos estado, por lo que ya estamos al tanto del desgaste que éste implica.

Pude experimentar la deconstrucción de la masculinidad hegemónica, permitiendo abrirme a la sanación y a la reconexión con mi cuerpo y mis afectos. Me di cuenta que siendo un maricón vestío e mujer, yo soy fuerte, soy de las brígidas, y no necesito andar demostrando mi masculinidad agarrándome a golpes con otros hombres, “conquistando” mujeres, o abusando/violando. Quién deba recurrir a estos horrores es el débil. EllOS nunca han sido los fuertes, ellos son los débiles, y han debido inventarse este asuntito patriarcal para aplacar la fuerza de mujeres y mariconas.

Este orden patriarcal sustentado en esta masculinidad hegemónica, ha sido, es y será un gran fracaso civilizatorio. Y ellOS, los débiles, lo saben. Ya no les funcionó la creación del Estado, porque ya se evidenció su inoperancia. Lo que viene es aceptar la inevitable deconstrucción, y dolerá, porque mirarse al espejo, bb y ver las miserias propias, duele, es reabrir puras heridas que nunca se cerrarán. Ser hombre, defender la masculinidad hegemónica, es condenarse al sufrimiento por ser débil.

Deconstrucción o suicidio, sabi. Podría decir destrucción, pero ando tan de las comunitarias propositivas que, deconstrúyanse, porque desde algún lugar hay que pararse para cambiar. Si no se aprende de los propios errores, si no se enfrentan los miedos, cómo, sabi, cómo.

Aaaawwww.

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