martes, 25 de agosto de 2020

Monstrux: aproximaciones para problematizar nuestras prácticas políticas. Texto presentado en primera sesión de Olla Común Constituyente.

 

Existen las más diversas explicaciones, definiciones, aproximaciones, etc. Respecto de lo que implicaría ser eso llamado monstruo: desde que atenta contra la naturaleza, por ende contra el Dios cristiano y todo lo vivo, hasta que es parte del orden natural de la cosas, bajo la figura de la excepción a la regla. De rechazados a portentos. Por lo tanto, desde mi perspectiva, su entendimiento y aproximación son contextuales, dependiendo así, de la época y lugar en los cuales nos haya tocado vivir.

En los tiempos actuales, en este lugar llamado Estado Nación Chile: se equipara monstruo a lo anormal que debe ser castigado, dado que, al parecer, los jueces del comportamiento social establecen que lo monstruoso, en cuanto anormal, resulta del todo imposible de corregir para volverlo… normal. Particularmente con los lamentables casos recientes de Antonia Barra y Ámbar Cornejo, el monstruo como significado de esa peligrosa anormalidad vuelve a ponerse en la palestra. Una que refleja lo que muy bien Foucault nos explicó respecto de la normalización, un proceso que dictaminaría qué sería lo normal y lo anormal. Es decir, qué sería correcto y lo incorrecto. Una verdad que debía imponerse sobre la peligrosa mentira que escapaba de lo que se debía ser.

Así, el violador de Antonia, Martin Pradenas y Hugo Bustamante, han sido caracterizados como verdaderos monstruos, lo que para alguien como yo, representa una gran preocupación. Pues los monstruos, en este sistema mundo de la Modernidad, una que es Patriarcal y Colonial, han y por qué no decirlo, hemos sido excluídxs, por la frágil normalidad que se ve amenazada por nuestra presencia.

Quisiera señalar inmediatamente lo siguiente: Martín Pradenas, Hugo Bustamante no son monstruos son hombres cis, heterosexuales. Pradenas, además, de una familia acomodada. Y por sobre todo, normales. Pues tal como lo plantea Leonor Silvestri, la violación no es la excepción, es la regla. Tendría que decir, para ser más precisa al referirme a ambos casos: la misoginia no es la excepción, es la regla. No es el momento, por ahora, para profundizar en aquello. Pero desde ya me gustaría hacer la invitación a cuestionar esta misoginia internalizada que tal vez, no nos haga violar o matar a mujeres, pero sí nos hace despreciarlas, querer protegerlas, porque son tan frágiles que no pueden defenderse por sí mismas. Al desear alejarlas de todo peligro,  tal vez, nosotrxs mismxs seamos un peligro.

Y como sé que suele de inmediato argüirse que no todos los hombres son como Martín Pradenas, por ejemplo. Yo digo, hagamos un ejercicio de honestidad: ¿cómo se llama cuando no se quiere intimar con alguien y de algún modo, te hace sentir comprometida a hacerlo? Díganme: ¿a quién no le ha pasado? . Entonces, no es Martín, no es Hugo a quienes debemos dirigir nuestros ojos de jueces de la buena conciencia... al menos, no desde el ser juez, ni tampoco mantener una preocupación exclusiva en estos seres, sino que principalmente, preguntarnos sobre nosotrxs mismxs. Pues, no solo los hombres violan…

Entonces, llamarles monstruos a estos seres, refuerza que existe lo correcto y lo incorrecto. Y no hemos reparado que este mundo que nos tocó habitar no ha dialogado lo correcto y menos lo incorrecto, lo ha impuesto. Les formulo otra pregunta: ¿existen leyes consensuadas? Digo, en el más amplio sentido y repito la pregunta: ¿existen leyes consensuadas? A lo que agrego, ¿cuál es la retórica de valor para los consensos?

Siguiendo esta línea, lo correcto es impuesto: ¿Por quién? Podríamos resumirlo en el siguiente concepto: por la cultura hegemónica. Es decir, aquella que puede enunciarse realmente, porque existe, le vemos, le percibimos, desde abajo, creyéndonos parte de ella. Y a la vez, esta cultura hegemónica puede fundar. ¿Fundar qué cosas? Un Orden Simbólico, y en consecuencia, una materialidad que a su vez refuerza este Orden Simbólico. Uno, que al decir de las feministas radicales de la diferencia: es más bien, un Desorden Simbólico Patriarcal, porque al nombrarnos con sus categorías, nos invisibilizamos; al nombrarnos con sus categorías, nos borramos.

En él, la monstruosidad es esa peligrosa excepción a la regla -no consensos- a la regla, a esa verticalidad impuesta, aunque se disfrace de una curiosa representatividad. Pregunto: ¿cómo nombrar si al hacerlo me borro? ¿Cuál representación tendré, si cuando me ven, no me perciben? Porque, de igual modo, no toda la gente puede ver literalmente ¿Me perciben si inmediatamente asumirán que vivo en un cuerpo equivocado y obviamente deseo convertirme en una mujer? Me pregunto además: ¿en cuál mujer? Hasta donde yo entiendo hay diversas formas de habitar el ser o estar siendo mujer.

En esta imposibilidad de nombrarse, porque existe una imposibilidad de existir, creo que hay un camino para resquebrajar ese Desorden Simbólico Patriarcal que nos determina y constriñe. Aquí, es que llega lo monstruoso. Aquí es cuando este monstruo irrumpe, poniendo en tensión, por lo tanto, a la normalidad.

Este monstruo, será monstrux, con x. Primero, porque eso llamado monstrux, no sabemos qué es, aunque pretenciosamente, algunos asumirán de manera arbitraria y afirmarán que saben qué es. Pero si esx monstrux no habla desde este Desorden Simbólico Hegemónico, entonces, se mantiene en una incógnita. Abre la temida incertidumbre.

Estx monstrux puede operar -al menos- en dos dimensiones: Por una parte, se muestra y por la otra, les muestra al resto. Es, por decirlo así, una especie de espejo que podríamos caracterizar como deformado, respecto de la normalización que sería la forma correcta. Al mostrarse y los otros no saber qué es realmente, entonces, hay incertidumbre, porque se conecta con la otra dimensión de este monstruo con x: muestra a otros. Usualmente,  una herida. ¿Quién, realmente, está con la disposición de enfrentarse a la herida? Una que si bien no es originada por cada uno, si cada cual, puede llegar a empeorarla. Hacerse cargo de la autodestrucción, lo sé, no es ni será fácil, pero ahí está esx monstrux con X que nos invita a…

En segundo lugar, la X expresa una incertidumbre respecto a la cantidad, que se lleva a la eventual S con ella. ¿Por qué asumir que lx monstrux es uno? Monstrux con X es un fanzine, un collage. Se conforma de partes irregulares entre sí, que se adhieren no del todo, es por lo mismo, estridente. Por eso una monstruosa no puede pasar desapercibida. La invitación desde la perspectiva presentada ahora para ustedes, es comprendernos siendo todxs a la vez. Una x que hable de dos, de cien, de miles, de cinco, de diez. Un existir que al existir se camufla en sí, porque este Desorden Simbólico Patriarcal no puede decodificar la disrupción más allá de la moral de lo correcto y lo incorrecto. He aquí, por lo tanto, una ventaja. Al menos, una que les invito a ustedes a percibir. ¿O seguiremos intentando, al decir de Audre Lorde, desmontar la Casa del Amo con las herramientas del Amo?

Una colectividad que nos haga actuar en bandada, sin innecesarios liderazgos, porque esa fórmula es parte del mundo que está cayendo, o es que acaso, ¿No estamos leyendo que desde el 2011 se abrió un nuevo ciclo social/político que ha venido expresando la deslegitimación de la institucionalidad? Una misma institucionalidad destinada a frenar el clamor popular.

Al respecto, honestamente, les pregunto: ¿seguiremos repitiendo que la idea del plebiscito se instala desde la calle? Personalmente, no podría avalar la constitución del Dictador, claramente, no soy partidaria del Rechazo, pero exijo honestidad, porque sin honestidad: ¿cómo podemos seguir confiando lx unx en lx otrx?

En mi lectura, el plebiscito fue una salida institucional, por arriba, entre los partidos del régimen, dentro del cual incluyo a la socialdemocracia más joven que más han perdido minutos en explicar por qué votaron y no votaron por tal o cuáles indicaciones de tal o cual ley profundamente represiva, en vez de desarrollar un rol impugnador de la corrupción del Poder. Leyes que, sabemos no perjudicarán Ni a los Larraín, ni los Matte, ni los Luksic. Porque las cárceles tienen sello de clase y de raza.

Por cierto, que debe terminarse la Constitución de la Dictadura, por supuesto que sí. Solo en lo simbólico, ya es muy relevante. Pero invito a la transparencia.

Desde este habitarse y estar siendo monstrux, así con x, en tercer punto, se plantea y nos plantea dejar de intentar desmontar la Casa del Amo con las herramientas del Amo. ¿La razón? Curiosamente, la x. ¿Cómo pronunciarla sin transformarla en g o en j? ¿Cómo pronunciarla asumiendo su explosividad? Pues creo que así: que explote, que remezca, que nos remezca.

Los defensores de la RAE, apelan a ésta para plantear que no puede usarse la e como un sufijo que exprese un género neutro, obviando que hablamos como hablamos por una imposición sangrienta de hace más de 500 años, llamada Colonización, que nos instaló este pensamiento binario que se alimenta de dicotomías, sin lograr dar cuenta de los maravillosos intersticios y cruces que habitamos y nos habitan, sin lograr develar las maravillosas complejidades de las pluralidades.

El suyo, este Desorden Simbólico Patriarcal, es el Mundo del Uno, es el Adán que pretende siempre sacarnos de su costilla. La X, ese error el cual reportaba María Olivia Monckeberg quería decir aquel símbolo en las antiguas máquinas de escribir, es una posibilidad de abrir otros caminos, nuevas y plurales aventuras que apunten a algo más que el Plebiscito, que nos hagan construir mundos otros. Como dicen los, las, otroas zapatistas, por un mundo donde quepan muchos mundos.

No nos transformemos, en su costilla, no seamos el falso dos en el Mundo del Uno. No validemos su asesina normalidad, pues como gritan las paredes de las calles, el problema es la normalidad. Porque el problema no es solo Jaime Guzmán o Sebastián Piñera, somos nosotrxs, con nuestros propios Jaimes Guzmanes y Sebastianes Piñeras, que ahí aguardan a tomarse el Poder: ¿Y para qué? Realmente, ¿para qué?


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